domingo, 2 de febrero de 2025

taller de cuentos surrealistas 49034485

 Solìa pasarme que no podìa controlarme y me tiraba pedos, flatos (flat, flatus) en los lugares màs inverosìmiles o inadecuados: al hacer el amor, en el ascensor, en la playa, en reuniones sociales, dictando o dando càtedra de temas que desconocìa por otra parte en forma màs o menos absoluta o total y en otros sitios que el lector guste de imaginarse.

Es decir que al sonido se le sumaba el consecuente olor, mejor dicho, mal olor, o peor.
Lo peor del caso es que despuès de un tiempo no podìa controlar el maldito esfìnter y me hacìa encima ya sea orinando o defecando o las 2 cosas a la vez, juntas. Pero por suerte esto sucedìa en mi dulce hogar o llegaba a tiempo al toilette e inodoro (Pereyra) pero por ahì (o por ay!) no habìa higiènico papel pero gracias a Dios y a la tecnologìa digital y artificial inteligencia, me comunicaba por el celular con mis gomìas que me alcanzan el dicho papel: de pronto, afortunadamente, veìa arriba de la puerta una mano con el dichoso papel.
Si esto no ocurrìa apelaba a determinados libros que traìa por las dudas, preferentemente la obra completa de Orozco o autores parecidos o similares. (Sì ya sè que significan lo mismo pero me divierto hinchando las pelotas con pelotudeces, boludeces).
El maldito cafè, la leche me hacìan mal. Solo podìa tomar agua (sin gas).
Con el significante no se jode, como dice mi ex amigo Ricardo Strafacce.
Por el momento ando màs o menos bien si no no estarìa escribiendo esta chotada berreta y sobre todo, pedorra.
Pido disculpas a diestra y siniestra y me declaro totalmente culpable.

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