miércoles, 14 de mayo de 2025

taller de poesia gratuito en Caballito

 Soy fatalmente imbècil, segùn èl: ahora me parece

que tenìa toda la razòn del mundo, sin embargo, recuerdo una noche en San Telmo:

habìa una morocha o morena pero yo tenìa novia
por eso, no me decidìa a besarla y hablàbamos
bajo el manto de estrellas, muy cerca de la facultad neoclàsica de ingenierìa
de bueyes perdidos, no recuerdo absolutamente nada pero recuerdo que 
hablàbamos de algo, ah sì, una pileta en la ciudad universitaria, una pileta sì, ella concurrìa
allì parece, eso decìa la morocha, alta y delgada, hermosa y joven, decididamente

o aquella otra pendeja, que bailamos y lugo salimos hacia la noche, los 2 solos
pero yo no me atrevì a besarla, no sè por què, quizàs por miedo a su negativa
pero es que ella me pidiò que la acompañara a la parada del colectivo: nunca màs
la volvì a ver y no sè si muriò de amor o què: 
vaya uno a saber

y esa otra con quien viajamos en un taxi, siempre de noche o durante la noche, un taxi
un taxi hacia quien sabe donde, un hotel seguramente, algo, alguien, algas
(el tachero nos miraba por el espejo
como si se tratara de una pelìcula jolibudense
o una cierta novela policìaca, negra)

bailàbamos apretados siempre, los ojos usualmente cerrados, y sin embargo, no me 
chocaba con nadie!  rarìsimo

en fin, añoro esos viejos tiempos y no este presente en que me siento y acaso soy
un viejo choto, chocho, gagà

y como iba diciendo: talleres literarios a los que concurrìamos
con mi amigo Asdrubal Sebastiàn Carreño (je)
al solo efecto de levantarnos pendejas, pero no, miento, quiero mentirte, a decir
mentira: amàbamos la literatura, la 
Poesìa, no menos que a las pendejas, claro

còmo nos gustaban las minas, por Dios, eran una cosita tan hermosa, tan linda, 
parecìa realmente mentira que existieran sobre la faz del planeta
criaturas tan bellas
casi angelicales, angèlicas

nos desvivìamos por ellas, enloquecìamos
y les escribìamos poemas francamente espantosos por lo pèsimos (sin rima, para colmo de
males) 
o les recitàbamos al oido, previo chamuyo sutil, poemas presuntamente romànticos
de grandes autores antiguos
oportunamente aprendidos de corazòn, de memoria

por ejemplo: el otoño y los niños
por ejemplo: soneto de tus vìsceras
verbigracia: el grillo
y otros parecidos

ellas parecìan volverse locas
adentro de sus grandes tapados de piel o de cuero
o dentro de sus autos de alta o baja gama
que a veces me parecìan 
verdaderas naves espaciales por lo suntuosas, por lo 
ampulosas o confortables

yo fungìa a veces como profesor de baile
o simplemente como bailarìn profesional o amateur, segùn el caso
pero a veces llovìa a càntaros, torrencialmente todo se iba al diablo:
no tenìa plata para el hotel alojamiento, la dama en cuestiòn se ofendìa
a veces accedìa a pagar el albergue
o ìbamos a su depto, allà en San Telmo, su hermano no estarìa o era todo chamuyo, què
se yo, hacìamos el amor en medio de la noche
y sus gemidos parecìan oirse
a varias cuadras de distancia o a la redonda

ardientemente besaba su boca roja de cuarentona solitaria
que desplegaba su expertise en una empresa editorial archifamosa

o en un bar extremadamente reducido llamado Sarajevo en la calle Defensa
nos apiñàbamos para bailar unos buenos tangos
y tomar copas, copetines absolutamente deliciosos
a bajo precio

aquellas noches de 1990!

aquellas pizzas de muzzarella chorreantes y calientes!

aquellas empanadas de carne chorreantes de aceite!

humeantes! como en una televisiva publicidad
que oculta perfectamente su proceso de producciòn
mediante toda clase de artilugios y tècnicas bàsicamente audiovisuales:

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