Los antiguos poetas surrealistas creyeron en ciertos determinados supuestos
tomados de Freud o Marx o Trotsky incluso o acaso Lenin y llevados al plano dela escritura, el plano escriturario, como una especie de plano inclinado; sometidos
a los fantasmas màs atroces, se hicieron de largas filas de supuestos, de presuntos
precursores o ascendientes, por caso el Marquès de Sade, llamado el Divino.
Fueron aprehendidos como sagradas escrituras, escrituras sagradas, con una sacralidad
algo obscena, creyeron, acaso, en los màs violentos y sutiles y eficaces deseos, y se hicieron
tambièn de una cierta retòrica que les daba determinados resultados; abominaron del
periodismo pero se entregaron al coleccionismo de toda clase de objetos que marchaban
hacia los màs afamados marchands: de algo habìa que vivir, sentenciaba su jefe, el jefe de
la escuela o movimiento onìrico: alguien mordiò algo caìdo en el suelo e inmediatamente
muriò. Objetos reencontrados, azares diversos, azahares varios y dispersos, los antiguos
poetas se entregaron a los sueños con un fanatismo que hoy consideramos excesivo,
ciertamente, no obstante. Los antiguos poetas creìan en relatos màgicos, el amor, el deseo.
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