Ya no suenan los sonetos, ya no se acompañan con la lira: de lìricos solo tienen
el gènero. Pero en sì contienen mùsica, ritmo, melodìa: ya no se bailan, es cierto,sin embargo, hay una danza de las palabras, un baile poètico, una milonga verbal:
yo bailaba, en aquellos tiempos, las tangueras letras, las milongueras, no por dinero
ni por amor al arte, como vulgarmente se dice, sino tan solo por pura pasiòn, por
mero amor, como si el baile fuera un fin en sì mismo, no un medio sino el placer
de abandonarse al vèrtigo del movimiento, esa curiosa fiebre: entre mis brazos contenìa
a una mujer desnuda cuyos ojos estaban cerrados y cuya mejilla se apoyaba en la mìa
dos manos bien agarradas, mi brazo en su cintura, su otra mano en mi nuca o en mis hombros
esto sucedìa en grandes salones de baile repletos de parejas de bailarines y otros curiosos,
ambiguedades varias y pequeñas salas de ensayo en barrios alejados o en el mismo centro.
Rodeados de espejos que reflejaban aquellos desnudos abrazados estrechamente, aquellos
movientes esqueletos, aquellas faldas que campaneaban, campaneando ademàs retratos
y bailàbamos sin parar hasta que las velas ya no ardìan y hasta que ya no dàbamos màs.
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