Torneadas gomas, noche astillada, metonimias angulares, escombros museìsticos,
los automòviles se deslizan como rumores, como espaciales naves hacia Asia,
yo camino con un pucho en la mano recordando todas las minas que conocì o
desconocì, todas las mujeres que conocì, todas las bellas, todas las hermosas, todas
no obstante, los òbitos, los fiambres, en sus esquinas, en sus memorias, en sus
vidas pasadas o futuras, los cadàveres quiero decir, quiero decir los escombros, las
astillas, los añicos, todo eso ruinoso o simplemente arrinado, como esas ruinas apòcrifas
bellamente putativas, esas ruinas pictòricas, esas romànticas en fin, a la mañana, en una
esquina, y de esa casa en esa ochava, va quedando absolutamente nada y toda la ciudad
se levanta y se eleva sobre sì misma gracias precisamente a esos escombros, esos añicos
me cortan el pelo, la mùsica me adormece mientras deletreo el deletereo poema que voy des
haciendo como el amor, como el rumor, como el terror: en los cines abandonados, reconvertidos en
templos, el mercado de las flores reinventado en evangelista templo: veo todo desde afuera, espero a la
bella en el bar de la esquina allì donde paraban Amèrico y David, pero ya no estàn en ningún lado o parte
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