Sexo durante las noches luego de milonguear durante horas
como si la juventud fuera a durar para siempre, nevados en medio de lamilonga, como si ese aroma dulce mezcla de tabaco y marihuana, no
fuera a despertar sospechas, halagos, miradas, sonrisas: y luego
bailàbamos sin parar, giràbamos sobre nosotros mismos, pivoteàbamos
sobre el eje del deseo, el planeta rotaba y el tiempo con èl: y tomàbamos
toda clase de copetines y ricos brebajes, crujientes empanadas de carne,
desatàbamos nuestros sueños, desencadenàbamos toda clase de fantasìas
que actuàlizàbamos nòmades en los màs pobres y siniestros hoteles, de una
sordidez esplèndida digna de una novela de Roberto Arlt. Asì eran nuestras
pueriles fantasìas, nuestras tristes pelìculas danzantes de los sàbados
por la noche: colectivos rumiantes, màs o menos destartalados, con rumbo
bàsicamente desconocido, y las plazas pùblicas supieron de nuestros suaves besos,
nuestros abrazos, nuestros cunnillingus y fellatios, a escondidas, sumergidos en sombras.
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