Vivìan de noche y morìan de noche: se suicidaban o eran suicidados por la sociedad
de los poetas vivos o muertos. Se exiliaban en lejanos paìses: cuando decìan lejanos el punto dereferencia siempre era Europa en un eurocentrismo francamente desbocado. Viajaban
hacia el exotismo o hacia el pasado, la Edad Media, preferentemente. En este sentido, no
diferìan mucho de los señores Romànticos. Ellos tambièn se suicidaban, tambièn ellos
soñaban con mundos nuevos, con doncellas dormidas como bellas durmientes, fèrreas
como vìas. Pero a diferencia de los antiguos romànticos, los antiguos soñadores, los
nuevos eran quizàs algo màs sofisticados: entre otras cosas, parecìan desear basarse
en el denominado Psicoanàlisis, un tal Andrè Breton. No contentos con esto. P3ro en fin.
No escribìan sonetos. Planificaban orgìas que obviamente se les iban de las manos, se
desmadraban. Orgasmos eso sì, como relàmpagos de deseo. Deseos siempre incandescentes.
La libertad, el amor y otras menudencias, otras yerbas. Esto no es todo. Es casi todo.
Pero no es todo. Creo. En fin. Recetas que no conducìan a ningùn lado, ninguna parte.
Compulsiòn a repetir lo mismo, màs de lo mismo. Desorden de los sentidos. Deseos.
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