poemas de taller literario Caballito |
Poemas del Taller de Poesìa Caballito He conocido la impunidad pero tambièn la he combatido con todas mis fuerzas con toda mi potencia con toda mi expertice. Pero, por supuesto, no ha sido suficiente. No fue suficiente denunciar, por el contrario, hay que ponderar las posibles represalias que su produciràn, porque el otro, el que està del otro lado, no se va a quedar con los brazos cruzados, bàsicamente. Hay que contemplar los posibles contraataques, contragolpes, y, por ende, proteger al rey, enrocando o de cualquier otra manera. De todas formas, combatì la impunidad dentro de mis posiblidades: no me quedè callado, al contrario, denunciè y fui contradenunciado pero esas contradenuncias evidentemente truchas quedaron en la nada, obviamente, fueron archivadas, por falta de pruebas, de indicios, de evidencia alguna. Incluso, a veces, fui sumariado, en base a falsos testimonios, represaliado, no obstante, contraataquè a mi vez, contragolpeè con todas mis fuerzas, toda mi humilde sapiencia: tuve reuniones, conferencias con jefas y jefes de àrea alrededor de una mesa redonda: ellos me escudriñaban silenciosamente procurando adivinar mis pensamientos, què diablos pasaba por mi cabeza o si simplemente estaba loco de remate: a tal efecto, me enviaban a psiquiatrìa, a los efectos de patologizarme, criminalizar, estigmatizarme o sencillamente ensuciarme, embarrar la cancha como vulgarmente se dice, todo convenientemente atado con alambre o cinta ancha adhesiva de embalar. Borodin sonaba mientras tanto, ellos me observaban, mientras tomaban cafè o disfrutaban de su cigarrillo. Me observaban, còmo me observaba esa comisiòn convocada precisamente al efecto, y eso no era todo: Borodin, mùsico o enviado soviètico a China: para difundir la revoluciòn sagazmente proletarizada Malraux mediante. Mientras tanto, paraba en el Tortoni o por ahì cerca, en el cafè de la esquina: leìa intensamente y, cada tanto, admiraba por la ventana a las damas que pasaban por la vereda. Aquellos años en que permanecì sumariado y apartado del cargo fueron perfectamente los màs felices de mi vida: cafeteando y leyendo intensos volùmenes entre bocanadas de humo, o escuchando clàsica mùsica en los auriculares para no molestar a los arduos, ardientes comensales o parejas que dulcemente se besaban en las bocas mientras en la calle ocurrìa la piquetera manifestaciòn y en mi cabeza sonaba Borodin o Rimsky Korsakov. Una visita al cabildo no està de màs, ademàs: el Ministerio de Economìa, el Banco de la Naciòn, la Casa Rosada, en fin, la Plaza de Mayo: allì, los grandes actos de la nacional historia: las inglesas invasiones, el 17 de octubre, los grandes recitales de rock and roll, las Madres. Yo me paseaba por allì de visita o guiado por guìas turìsticos junto con un grupo de alumnos y el Profesor de Historia quien oportunamente dictaba su càtedra al libre aire: o la rubia esplèndida que bailaba tango junto con Carlinho (pronùnciese Carliño) y se quejaba de las mìseras propinas dadas por los turistas como si eso no fuera un show de tango y el poètico o lìrico yo no se paseara por sus recuerdos: maldito teclado de computadora deberìa estudiar mecanografìa, pero si estudiè solo que me mal acostumbro, divago, desvarìo y siempre escribo o digo toda clase de sandeces, estupideces que encima no vienen al caso, al ocaso: es como si la materia musical o verbal me fuera llevando quien sabe donde o adonde: y no doy pie con bola como turco en la neblina: la biblioteca me esperaba con sus enormes libracos o la pizzerìa a la vuelta de la esquina, o mejor dicho, la Muerte "meando detràs de la esquina o a una estrella virgen con todos los pechos desnudos" ... las bibliotecas, los institutos o departamentos, compartimentados y vacìos de toda ìndole erudita, me esperaban, desnudos, con sus paredes sabiamente desconchadas por el tiempo, la humedad, tabicados e impuros, como si eso fuera poco o màs bien mucho: los hermosos volùmenes, mis grandes, viejos y silentes amigos, y el Sr. Bibliotecario, o Viñas con su eterno mal humor, su màscara: conferenciando o prepoteando, primereando, segundeando, campaneando retratos, o leyendo en el Instituto de Literatura Argentina (25 de Mayo 217, 1er. piso, si mal no recuerdo) o en los cafès de Avenida Corrientes, a veces con Amèrico y casi siempre con alguna pendeja màs o menos hermosa, Cachafaz! Saltando siempre de una cosa a la otra, sin profundizar en casi nada: nada |
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