viernes, 26 de enero de 2024

profesor particular literatura poesia Caballito

 Ya no existen, por cierto, aquellos seres

que conmovieron nuestra existencia
con su sapiencia
con su savoir faire
en fin, con su tierna sabidurìa experiencial 

que como una tarde se deslizaba impunemente rumbo a inciertos
quehaceres: la cocina como espacio fundamentalmente feminista:

eso no es todo, por supuesto: consideren las tardes en el patio de la escuela
hoy devenida parque pùblico merced a una cierta sociedad de fomento
o simplemente anònima, con su limitada responsabilidad
obviamente a los efectos que no agredan
el patrimonio propio:

las tardes en los juegos para niños, en el arenero, no obstante (por no decir "pero")
subsisten esas palmeras centenarias, esas palmas
que no vienen al caso 
o acaso sì:

hoy ya no pero yo recuerdo perfectamente que
en la ya lejana dècada de los 90
detràs de los arbustos mientras los automòviles pasaban por la Avenida
Independencia (què paradoja, deuda externa mediante)
nosotros procedìamos a determinadas fellatios
punto aparte

ello sucedìa con Liliana Q.
mientras me miraba a los ojos
y yo la miraba a los ojos
imàgenes ciertamente de cierto sometimiento si asì lo interpretan
pero tambièn, por què no, de ternura
en las noches de verano

en aquella època en que no tenìamos una sola moneda partida por la mitad
y en que las plazas y parques pùblicos 
NO ESTABAN CERRADOS AL PÙBLICO
SÌ, ESTOY GRITANDO
por momentos detesto los medios tonos seguramente heredados
teatralmente, realìsticamente, de la Dictadura del 76
como iba diciendo:

las plazas eran nuestra salvaciòn ya que los hoteles y transitorios albergues
siempre fueron màs o menos caros (caro, cara, un ojo de la cara)
entonces, allì estaban los arbustos, los àrboles
toda aquella jardinerìa, toda aquella vegetaciòn,
esa oscuridad salvìfica 
para nuestro deseo siempre acelerado
vertiginoso y vertical
u horizontal
por momentos

suena Bach y yo me sumerjo en los recuerdos
como si no tuviera otra cosa que hacer
màs que recordar
los viejos almacenes
que nos vendìan cervezas
tomadas en las plazas pùblicas
con mi amigo
Asdrubal Sebastian Carreño
(dònde andarà mi gomìa Asdrubal?
habrà muerto a causa de la locura
se habrà suicidado como mi condiscìpulo 
Alejandro Acobino
el existoso actor y dramaturgo?).

Todos han muerto, mis amigos, fatalmente:
muriò mi gran amigo Federico Herrero, el genial dramaturgo
con quien, en las noches de invierno
o de verano
sorbìamos enfrente de Plaza Dorrego
unos sabrosos copetines o dignos brebajes
mientras admiràbamos pasar a las bellas muchachas
que amenizan la vida
como dirìa Roberto
Arlt (cargando la voz en la ele).

Asì y no de otra forma pasa la vida:
al ritmo de Juan Sebastiàn Bach
al ritmo de los autos que pasan
y de los vecinos y encargados que
en la vereda
actualizan su chismografìa.

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