para no caer en adicciones francamente estùpidas
sobre todo extremadamente onerosas:yo hacìa las siguientes cuentas:
con lo que me sale una hora una prostituta
me compro 20 pollos grandes y como 1 mes entero
por lo tanto el consumo de la prostituciòn
no reviste el menor sentido
es una idiotez suprema
trataba de convencerme a mì mismo
de 1000 formas distintas, diversas
sin conseguirlo
pero a la larga o a la corta lo conseguirìa
asì como dejè de fumar
de beber alcohol
de encerrarme en los cybers horas enteras
a mirar pornografìa
a chatear con desconocidas
con las que a veces nos encontràbamos en una pizzerìa de las inmediaciones
aunque ràpidamente no pasaba nada
salvo ciertas conversaciones sin ton ni son
solo por conocernos
el predominio de la funciòn fàtica, segùn jakobson, roman
lo lograrìa, solo debìa a aprender a controlar mi mente
como si se tratara de una màquina que hay que desmontar
descartes mediante
gurdjeff mediante
habìa dejado de fumar hacìa años
de concurrir a los bailes a altas horas de la noche
fumando como un escuerzo
de concurrir a los kioscos
habìa logrado todo
habìa dejado de comprar montañas de libros
habìa ahorrado
habìa trabajado durante años
en colegios secundarios
en lejanos pueblos de provincia
en lejanos barrios de la capital
frente a cientos de alumnos la mayorìa de los cuales
solo querìan el tìtulo al menor costo posible
si se lo llevaban a su casa mejor
iba de una escuela a la otra
bajo el sol del verano
corriendo detràs de colectivos
para llegar a horario
detràs de trenes
de subtes
hasta de taxis o remises
durante años
durante dècadas
bajo la fèrula o yugo
de directivos despiadados
capaces de gritarte
delante de todo el mundo
en lo que se conoce como mobbing o violencia laboral
fenòmeno mundialmente invisibilizado
vomitando sobre tachos de basura
ante la mirada atònita de los profesores
como alumno habìa sido siempre gardel y lepera
en la primaria
la secundaria
la universidad
recitaba decenas de poemas
ante la mirada atònita de los alumnos
quienes solìan irrumpir en aplausos
al terminar aquel recital poètico declamatorio
que consistìa en poemas de espronceda entre otros
sonetos por lo general
que me habìa aprendido de memoria
de tanto recitarlos en todas partes
y que constituìan mi fugaz repertorio
por asì decirlo
por decirlo asì
ojo con ciertos poemas vagamente eròticos:
esto solìa prestarse a confusiòn
en especial entre algunas alumnas
que podìan verme como algo asì como un
profesor depravado
degenerado
un viejo verde
ya no preguntaban por mi edad
o si tenìa mujer e hijos
a veces sì me preguntaban a què hora me levantaba
por las mañanas
pero aquello eran cuestiones de ìndole privada
a las que procuraba no responder
fugandome por la tangente
asì pasaron algunos años
me fui haciendo viejo
hasta que me armaron una causa
como represalia por mis reiteradas denuncias de violencia laboral
que no surtìan efecto alguno
porque estàbamos en presencia de una cadena de encubrimiento agravado
que se extendìa desde el mismo ministro de educaciòn de la ciudad
hasta algunas alumnas mayores de edad eso sì
que declaraban falsamente
al solo objeto de perjudicarme
y que me sumariaran
separandome de mis cargos
preventivamente
para proteger a los adolescentes
aunque eran todos mayores de edad
me la pasè años leyendo volùmenes y tomos de libracos obsoletos
con los cuales armaba columnas de libros
que llegaban hasta el techo
en aquel ministerio de educaciòn porteño
para entonces un mero oximoron
al punto tal que esas toneladas de libros amenazaban con caerse una noche sobre mì
mientras escuchaba mùsica
en medio de la noche
cumpliendo mi horario laboral
cada tanto sonaba un telèfono
que por supuesto no atendìa
hasta que el genial jefe de gobierno
decidiò trasladar el ministerio
en medio de un laberinto de casas a medio construir
y sin siquiera agua potable
luego sobrevino la actual pandemia y cuarentena
pero esto es ya otra historia
otro relato
otra narraciòn
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